27/02/2013

Incógnito, de David Eagleman

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Author: José

Este sábado pasado, Javier Sampedro en Babelia consideraba "obra maestra" Incógnito: Las vidas secretas del cerebro de David Eagleman, el primero de él que se publica en España, por la siempre alerta Anagrama, que últimamente nos está dando muchas alegrías.

Estamos totalmente de acuerdo con Sampedro y recomendamos la lectura de ese libro sobre el cerebro y sus misterios.
Extrañamente en la contraportada no se menciona el primer libro de este autor que tuvo muchísimo éxito gracias a su inteligencia y su brevedad, el Sum. Forty Tales of the Afterlive, de 2009, elogiado por gente tan variada como Geoff Dyer, Will Self, Stephen Fry o Brian Eno, el músico con el que luego colaboraría nuestro joven autor, nacido en 1971 en las cercanías de Albuquerque, como ese otro científico loco que bordea los límites morales en la serie "Breaking Bad".
Espoleado por la máxima volteriana de que "la incertidumbre es incómoda, pero la certeza es absurda", en aquel librito, de verdadera inspiración borgiana, imaginaba 40 posibles situaciones tras la muerte, con algunas confrontaciones delirantes con dioses polimorfos: en uno Dios es una bacteria implicada en nanobatallas que ignoran absolutamente la existencia del hombre, que queda como un substrato nutricional indeterminado junto al resto de animales y vida. En otro, la persona vuelve a vivir su vida pero por packs temáticos temporales sucesivos: primero duerme durante 30 años, luego espera semanas delante de un semáforo rojo, semanas duchándose, meses sentado en la taza del lavabo, meses comiendo, seis días cortándose las uñas and so on...En uno de ellos, la gente vuelve a vivir pero sólo como secundario de la vida de otro, pasando por allá detrás al fondo cuando el otro conoce al amor de su vida, etc., etc. O retrata el cielo/infierno como una burocracia en la que dios ha perdido el control del papeleo... Entre las certezas paralelamente absurdas de las religiones y el ateísmo, un sinfín de posibilidades e hipótesis excesivas animan la vida científica con la pasión arcaica.
Un auténtico caso de científico literato cuyo campo de especialidad es el cerebro y la consciencia y el resto de actividad cerebral y que desde su laboratorio en Houston —seguro que se hacen bromas sobre "tenemos un problema"— realiza cientos de experimentos sobre la percepción temporal con personas que tuvieron accidentes, con quienes recuerdan los larguísimos veranos de su infancia, con músicos que tocan la batería con su finísimo sentido del tempo, etc. En 2011, el periodista Burkhard Bilger del New Yorker publicó un perfil de Eagleman en el que éste le explica que le mordió una oruga venenosa y sufrió una inflamación; empezó entonces a recopilar informes de hospitales estadounidenses haciendo un mapa de esa oruga mordedora y publicó un informe en Clinical Toxicology: "y hasta resulta que soy el experto mundial en esa oruguita".
El último capítulo de Incógnito, «La vida después de la monarquía», comienza con una cita de The Immense Journey, de Loren Eiseley, un libro fascinante, que he visto citado a menudo, incluso en la novela de Richard Powers, The Echo Maker: todas las citas son estupendas y el libro sigue sin traducirse al castellano... La prosa de los naturalistas americanos, desde Thoreau hasta Amy Leach, no deja de ser inspiradora: la letra frente al infinito sublime, la hermandad con el resto de vida sobre la tierra, rastro que puede observarse en escritores como Lydia Millet, que acaba de concluir con Magnificence la trilogía que comenzó con How the dead dream, también sin traducir... En unos días —el 28 de febrero— se darán a conocer los National Book Critic Awards, donde ella es finalista.
La maravilla continúa: libros estupendos que dan pistas de otros libros estupendos, en una magnífica cadena infinita, mientras el cuerpo —y ese cerebro, por el que tendríamos que tener el mismo vértigo metafísico que ante el resto del cosmos, según dice Sampedro— aguante...