27/07/2016

Nuevo elogio de la lentitud

icon

Author: José

Ahora que ya estamos en pleno verano, hablaremos de un libro que recientemente ha tenido éxito entre los lectores y que responde a la curiosa categoría de "libros de autores desconocidos cuyo título o tema es atractivo".

El tema es la lentitud, central en numerosos éxitos editoriales como la novela de Nadolny El descubrimiento de la lentitud (1983), la de Kundera La lentitud (1995) o los ensayos de Carl Honoré Elogio de la lentitud (2004) y de Pierre Sansot Del buen uso de la lentitud (1998), además del estupendo Pensar rápido, pensar despacio, de Daniel Kahneman (Debate, 2012). También las personas que empiecen a disfrutar de las vacaciones encontrarán que ese cambio de ritmo, ese diferencial de velocidad, es propio de los placeres vacacionales.

Honoré cita la novela de Kundera: "Cuando las cosas suceden con tal rapidez, nadie puede estar seguro de nada, de nada en absoluto, ni siquiera de sí mismo".

http://www.laie.es/libro/alabanza-de-la-lentitud/1107559/978-84-9104-218-1El autor del libro al que aludimos, Alabanza de la lentitud (Alianza, 2016), es un venerable neurocientífico de 80 años llamado Lamberto Maffei, especializado en la visión, que justo acaba de publicar en Italia un Elogio de la rebelión (Il Mulino, 2016) que completa al que nos ocupa.
El autor no es conocido en nuestro país, es el primer libro que se publica de él y su nombre no tiene el tirón como para que se vendieran más de cuarenta ejemplares, una cifra nada desdeñable. Se podía haber llamado —escojo un nombre que me ha llamado la atención en el catálogo de Suhrkamp esta mañana— Kikuko Kashiwagi-Wetzel: da lo mismo; lo cierto es que el tema de la lentitud o la rapidez importa a la gente, y es porque suele ser uno de los lugares de las heridas del tiempo.
Que el nombre es indiferente, graciosamente lo atestigua el propio autor que comienza su libro, al estilo Melville en Moby-Dick: "Llamadme como gustéis, carece de importancia, pero yo, como Ismael". Explica Maffei que entró en un museo en Florencia y vio un emblema, una tortuga con una vela (reproducida en el libro, preciosa), y eso le lleva a pensar en Festina Lente (Apresúrate despacio), el lema de Augusto que refiere Suetonio. Luego siguen citas de clásicos relativas al tema de la lentitud, comentadas y aderezadas con notas y anécdotas de su vivencia como científico. Destacaría la de Leopardi en la página 69: "La paciencia es la más heroica de las virtudes precisamente porque no tiene la menor apariencia de heroicidad" (Zibaldone), o la cita final de Dante: "Cuando cesó en sus pies esa premura que a la humana conducta así desdeña, mi mente se sintió ya más segura y al punto, casi soñadora".
Ya Alianza publicó hace unos años Por qué el tiempo vuela cuando nos hacemos mayores (2006), un estupendo libro del psicólogo holandés Douwe Draaisma, donde daba una clave: no se trata sólo de la modificación temporal del marco cerebral, sino, además, de la percepción generacional de la técnica. Los jóvenes montados en la estela plateada de la tecnología y los mayores/ancianos a rebufo. Entre la tragicomedia de "todo tiempo pasado fue mejor" y los excesos de atención a la tecnología nueva, se ha establecido una relación que, como la mayoría de ellas, puede cifrarse con is complicated.
Hace poco, Sergi Pàmies decía que seguramente una futura asignatura en las escuelas sería Dinámicas de la Atención, tan obnubilante es el poder y el volumen de los trending topics.
Pierre Sansot cita a Simone Weil en la página 91 de Del buen uso de la lentitud: "A muy pocos espíritus les es dado descubrir que las cosas y los seres existen y probablemente debamos felicitarnos por ello. El descubrimiento de una existencia diferente a la nuestra produce un vértigo del que es difícil recuperarse". Entonces entra Internet, que básicamente está todo el día hablando de Externet, y ya tenemos millones de ventanas a millones de mundos fascinantes o a payasos, da igual... como decía aquel locutor de radio comentando una canción de Whitney Houston: "sentimientos en cantidades industriales"...

Sobre este tema inagotable no falta quien aporte reflexiones. En la introducción a Celo de Dios (Siruela, 2011), Peter Sloterdijk habla del estudio sobre la dinámica basada en el estrés de las culturas de Heiner Mühlmann y cita: "¿Cómo surge la trascendencia? Por desconocimiento de lo lento. Lento es un movimiento que dura más de una generación. Para observarlo hemos de recurrir a la colaboración de los seres humanos que han vivido antes que nosotros y de seres humanos que vivirán después" y Sloterdijk comenta que esa colaboración siempre ha sido precaria o estructuralmente imposible, y así fue como en el pasado una gran parte de lo lento fue evacuado a la trascendencia, es decir, a la inobservabilidad (a lo invisible, vamos).

Uno de los escritores que escenifica mejor ese diferencial intergeneracional es Pierre Bergounioux. Siempre se refiere a que su abuelo y su padre murieron demasiado pronto, y que quizá pudieron haberle revelado cosas que no le revelaron, y entonces todo se atrasó, o se urdió de otra manera muy diferente. En España se publicó su libro sobre el avión B-17 G (Alfabia, 2011), con postfacio de Pierre Michon, ya que el avión es una de las cifras de la velocidad y de la jibarización del mundo.

Uno de los grandes momentos literarios de las tecnologías de la rapidez y del cambio es la Recherche proustiana, que da escenas sublimes como el narrador escuchando a su abuela por teléfono por primera vez o, en Sodoma y Gomorra, cuando Marcel va a caballo hacia Rivebelle y de repente, le llega un estruendo y en el aire contempla, magnífico, un avión, el primero que ve, que le hace emocionarse hasta las lágrimas, "como un Griego viendo por primera vez a un semidios", y ve delante del piloto, "abiertos todos los caminos del espacio, de la vida". Nathan Heller, comentando estas líneas en febrero en el New Yorker a propósito de la reseña del libro de Christopher Schaberg The End of Airports, añade: "El genio de Proust fue reconocer el shock intelectual de la aviación, no sólo tecnológico: captura el verdadero atolladero de la mortalidad, no ya el conocimiento de que el mundo continuará sin nosotros, sino darse cuenta que la mente humana —sus búsquedas y sus fronteras— también vuela".
Esperemos que Vueling no dé más problemas a la mente humana para seguir volando, pero no olvidemos que el libro sigue siendo una de las mejores alfombras voladoras de la imaginación que existen.