16/02/2016

Títeres sin cabeza y la literatura

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Autor: José

Aún revuela el caso de los titiriteros de Madrid y, dejando de lado el ensayo de John Gray El alma de las marionetas: Breve estudio sobre la libertad del ser humano (Sexto Piso, 2015), me vienen a la cabeza tres presencias de titiriteros en tres momentos mágicos del arte reciente.

El primero, en el magnífico texto de Rafael Sánchez Ferlosio «La forja de un plumífero», de 1998, que apareció en la añorada revista Archipiélago, en el cual narraba una visita al parque del Retiro con su hija Marta de 3 años y una reflexión estupenda sobre diferentes tipos de atención viendo un espectáculo de títeres. Esperemos que sea recogido tarde o temprano en la nueva publicación de sus ensayos completos, que ha empezado con el volumen Altos estudios eclesiásticos. Gramática, narración, diversiones (Debate, 2015), que incluye Las semanas en el jardín de 1974 o las geniales notas al libro de Jean Itard sobre Victor de l'Aveyron, el niño salvaje que en 1970 Truffaut adaptó en una bonita película.
La segunda presencia es la película Cómo ser John Malkovich (Spike Jonze, 1999), con guión del gran Charlie Kaufman, con su genial personaje del titiritero en paro, interpretado por John Cusack. Este año veremos por aquí la última creación de Kaufman, hecha directamente con títeres en stop motion: Anomalisa.
Y la tercera me la ha recordado el reciente Roth desencadenado, de Claudia Roth Pierpont, un estupendo repaso de la vida y obra de Philip Roth, quien anunció su retirada con ochenta años y que ha colaborado con la autora en este libro. En la página 236 habla de mi novela favorita, y una de las favoritas del autor, El teatro de Sabbath, de 1995, que escribió después de la estupenda evocación de su padre en Patrimonio.
"Todo empezó porque yo andaba buscando un lugar en el que ser enterrado", le explica Roth a Roth. Acababa de cumplir 60 años y había muerto una amante a los cuarenta y pocos y sintió que tenía que ocuparse de ese tema. Visitó el cementerio de sus padres y le interesó una parcela cercana, pero el guardián —un auténtico cómico— le disuadió: "No me gusta esa para usted, señor Roth, no tiene bastante sitio para estirar las piernas".

Precedida por una cita de La tempestad de Shakespeare ("De cada tres de mis pensamientos, uno se consagrará a mi tumba"), y con una inigualable intensidad emocional, siguen 500 páginas que son una de las obras maestras de la literatura del siglo XX,"surcada de vida, llena de carácter y sabiduría, reflejando las experiencias humanas más profundas: morir, recordar, aferrarnos los unos a los otros, con el impacto asombroso del primer descubrimiento de la conciencia. Nos enfrenta a nuestras pérdidas más dolorosas y a la indignación, por completo inútil, que genera el hecho de la propia muerte. Llena de sexo y de humor, es una auténtica despedida de la vida hecha literatura.

El protagonista es el ex-titiritero Mike Sabbath, que pudo haber estado dentro de la gallina Caponata pero dijo que no, un auténtico viejo verde que responde a la necesidad de Roth de "dejar entrar lo repugnante en la novela. Nos esforzamos muchísimo por no verlo. Nos limitamos a endosarle un nombre feo y mirar hacia otro lado", y entregarse a lo que considera la gran bendición americana (su impureza radica) y la amenaza constante (la fantasía de la pureza, que encuentra detestable). En un momento memorable pasea por el cementerio leyendo las lápidas: "Querida esposa Tillie. Querido esposo Bernard. Amado esposo y padre Fred. Querido marido y padre Frank. Mi amada esposa, nuestra querida madre Lena. Nuestro querido padre Marcos. Y así sucesivamente. Nadie amado sale con vida". Una energía narrativa impresionante, una vitalidad absorbente, que ve la muerte y se aferra a la vida, como un "Whitman de la negatividad" que renuncia al suicidio porque "todo lo que odiaba estaba aquí". En la página 248, Claudia Roth dice: "¿Quien en su sano juicio no adora el abracadabra de una escritura como ésta?".

Pero Roth también se acabó cansando de esa voz narrativa crepuscular y sintió la necesidad de darle voz a un buen hombre: así nacería el "Sueco" de su siguiente novela, que ganaría el Pulitzer, Pastoral americana, en 1997, primera novela de la Trilogía americana, con Me casé con un comunista y La mancha humana.

El libro de Claudia Roth muestra una de las mejores carreras literarias del siglo XX, desde el escandaloso Goodbye, Columbus de 1959, que hizo decir a un rabino: "En la Edad Media hubieran sabido qué hacer con él" hasta el Némesis de 2010, la que en 2012 anunció en Neesweek que sería su última novela ya que empezaba a colaborar con Blake Bailey, el biógrafo de Cheever y Richard Yates, para escribir su biografía oficial.