Inutilidad sin fin de la lectura

Auténtico potlatch del espíritu, las miles de horas invertidas en una vida media de lector, más allá del surfing de la mirada y la imaginación por las olas de las páginas, van dejando posos de placer e intrigas diversas, otras veces la zanahoria perseguida a lo largo de los tomos no deja el sabor de boca esperado, y el lector va dibujando el claro perfil a evitar de "los malos libros", a cada uno toca decidir cuáles son y por qué razones.En ese terreno hedonista, no nos tiene que extrañar que Dantzig fuera amigo de Bernard Frank, el gran periodista francés al que Joan de Sagarra no deja de rendir homenaje en cuanto tiene ocasión. Grasset reedita en octubre, Le dernier des mohicans, que Frank publicó en 1956, como una respuesta al existencialismo atormentado de Sartre, reedición que incluye un extenso prólogo-retrato de Dantzig sobre la importancia de Frank.Este fenómeno curioso de nombres que hasta ahora habían sido desconocidos, y de repente empiezan a proliferar por sitios diferentes, no le será desconocido a ningún coleccionista de libros o experiencias lectoras. Yo estaba leyendo en el New Yorker de agosto un artículo sobre Rimbaud, y justo cuando está explicando el momento en que Verlaine le pegó un tiro a Rimbaud, Daniel Mendelsohn, el autor de la inmensa Los hundidos (ed. Destino), escribe: "y como dice el agudo crítico Charles Dantzig, — entonces nuestro anarquista avisó a la policía".