28/09/2015

Periodismo y literatura

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Autor: José

Recientemente hemos tenido que ampliar la sección de Periodismo literario en la librería de Pau Claris, ya que hemos visto en los últimos tiempos un gran incremento de editoriales (Anagrama, Debate, o las recientes Circulo de Tiza, Libros del KO, Malpaso, Universidad Diego Portales, entre otras) que apuestan por el género de la crónica o el relato periodístico, en una clara tendencia que podríamos denominar como Hambre de realidad, por citar el libro de David Shields.

Como bien es sabido, entre ficción y no ficción hay más túneles interconectados que en la frontera entre México y USA y, por tanto, no entraremos mucho en las definiciones: este verano salió una biografía del gran Joseph Mitchell, el reportero de The New Yorker que escribió la magnífica El secreto de Joe Gould y es espectacular la cantidad de cosas que se inventó. (Este verano, por cierto, apareció también en The New Yorker una estupenda investigación de Jill Lepore sobre el auténtico Joe Gould).
Siguiendo con aquella máxima orwelliana de que periodismo es "poner por escrito algo que alguien no quiere ver por escrito" hemos de reconocer que tenemos suerte de contar en la actualidad con gente como Gregorio Morán, Martín Caparrós, Leila Guerriero, Roberto Saviano, George Packer, Javier Perez Andújar o Jacinto Antón, por citar unos cuantos importantes, resistiendo con humor en la frontera de lo indecible.
Uno de los libros en catalán que más nos gustó desde que salió hace casi un año es el de Francesc Serés, La pell de la frontera (Quaderns Crema), de resonante lectura en este momento de crisis de refugiados en Europa y Oriente medio.
También insistentemente la ficción adopta técnicas de la no ficción como en El Reino / El Regne de Emmanuel Carrère, o en El Impostor, de Javier Cercas. Era inevitable: si el mundo en que vivimos supura de ficción en muchas de sus esquinas, los escritores casi tienen que ir a contrapelo para arrancar trozos de realidad en esa gran burbuja ficticia del mundo supermegaendeudado.
Las publicaciones de la Universitat de Barcelona tradujeron hace unos meses el libro de Robert S. Boynton El nuevo Nuevo Periodismo, lleno de conversaciones con varios maestros americanos, incluidos Gay Talese, Susan Orlean, Eric Schlosser o el gran Lawrence Weschler. Y es un continuo manar de esa fuente, cubriendo huecos de la tabla periódica de los Periodistas Clave, como por ejemplo la nueva editorial madrileña Dioptrías, que sacó el primer libro en castellano de John McPhee, un maestro de la no ficción (Niveles de juego), y ahora en octubre saca el nuevo libro de Eula Biss sobre el mundo de las vacunas (Inmunidad), que fue elegido como uno de los mejores ensayos en inglés del 2014.
Quizá el término clave sea que crónica viene de “cronos”, ese tiempo irrepresentable y fugaz, que la literatura —proustiana o no— no deja de perseguir y evocar. También la Universitat de Barcelona sacó el librito de Sergio Vila San-Juan Una crónica del periodismo cultural: en la página 65 aparece una de las heroínas modernas, Janet Malcolm, que publicó en 1991 El periodista y el asesino, un clásico, en el que figura la famosa cita

Todo periodista que no sea demasiado estúpido o demasiado engreído para no advertir lo que entraña su actividad, sabe que lo que hace es moralmente indefendible. El periodista es una especie de hombre de confianza, que explota la vanidad, la ignorancia o la soledad de las personas, que se gana la confianza de éstas para luego traicionarlas sin remordimiento alguno.

y de la que apareció hace unos meses en Debate Cuarenta y un intentos fallidos. Ensayos sobre escritores y artistas. El ensayo que da título al libro, un ensayo sobre el pintor David Salle, es magistral, pero quisiera citar un ensayo de 2011 sobre el fotógrafo Thomas Struth, al que ya consagrado le encargaron un retrato de la reina inglesa; Malcolm pasa unos dias con él, que en un momento dado evoca a sus maestros, Bernd y Hilla Becher. Estamos en las páginas 63 y 64 y comienza Thomas Struth:
— Bernd podía decir cosas como: "Hay que entender la fotografía de Atget como la visualización de Marcel Proust".
— No lo pillo —le respondí [habla ahora Janet Malcom] ¿Qué tiene que ver Atget con Proust?
— Es un periodo de tiempo similar. Lo que quería decir Bernd es que cuando lees a Proust, ese es el telón de fondo. Ese es el escenario.
— ¿Leyó a Proust mientras estudiaba con los Becher?
— No, no lo leí.
— ¿Y ha leído a Proust después?
— No
— Entonces, ¿qué sentido tiene que relacione usted a Atget con Proust?Struth rió.
— A lo mejor es un mal ejemplo
— Es un ejemplo malísimo —convine yo, y los dos nos reimos.[… ]
Mientras salíamos del café, Struth dijo: "Me siento mal por lo de Proust y Atget". Struth es un entrevistado sofisticado y experimentado. Había reconocido en aquel momento el equivalente periodístico a ese "instante decisivo" en el que lo que el fotógrafo tiene en el encuadre salta a la vista diciendo "Esto es una fotografía". Hice algún comentario tranquilizador, pero yo sabía, y él sabía, que mi foto iba ya camino de la cámara oscura del oportunismo periodístico".